Aunque nuestra Constitución habla de representación proporcional, lo cierto es que las desproporciones en los resultados son de las mayores de los países con elecciones. No se garantiza una proporción más o menos ajustada entre votos y escaños, ni tampoco el mero orden en el que los votantes colocamos a los partidos: una formación con menos votos que otra puede conseguir más escaños. Por eso muchos estudiosos del sistema no lo consideran proporcional sino mayoritario atenuado.
Pero un sistema mayoritario se caracteriza por sobrerrepresentar al partido ganador facilitando así que forme gobierno. Y nuestro sistema no siempre beneficia al primer partido: en 2004 las elecciones las ganó el PSOE, pero el más beneficiado fue el PP. Mientras los votantes socialistas recibieron un 3.3% de escaños por encima de lo que hubiera sido proporcional, los populares se vieron agraciados con un 3.7%.
Es por esta circunstancia, además de la obvia de defender un sistema electoral justo, por la que no entiendo ni comparto la tardanza del PSOE en cambiar la actual ley electoral con más de 20 años de antigüedad. La izquierda es la mayor perjudicada. Lo es por la sencilla razón de que todo el voto desde el centro derecha a la extrema derecha está concentrado en un sólo partido, el PP, mientras el voto de izquierdas ha estado más dividido.
Sería más correcto, según apuntan los especialistas, hablar de los sistemas electorales para el congreso de los diputados en vez de hablar del sistema electoral español, ya que contamos con 52 posibilidades cuyos extremos son la distorsión y la proporcionalidad.
Soria, con 2 diputados, es un extremo de esa escala (sistema distorsionante); Madrid, con 35, es el otro (sistema proporcional). Y cada provincia se sitúa de acuerdo a su número de escaños. El 62% de los españoles votan en circunscripciones de 10 escaños o menos, por lo que saben que si su primera preferencia no supera aproximadamente el 10% de los votos, su voto será electoralmente inútil. En ellas se impone a fuego el bipartidismo, ya que sólo el PP y el PSOE pueden en la práctica verse representados (o, en su caso, los nacionalistas, los otros beneficiados del modelo actual). En las cinco provincias en las que habita el 38% de españoles restante serían a priori posibles nuevos partidos e iniciativas, pues la proporcionalidad es elevada.
Existe otra desigualdad del sistema. Las provincias más pequeñas eligen más escaños de los debidos, disfrutando así de un poder de voto mayor. En las últimas generales el precio del escaño basculó desde las 20.000 papeletas de Soria hasta las 100.000 de Madrid.
En resumen: los electores cuyos votos son fuertes se hallan en los sistemas "distorsionantes" y por tanto presionados para votar útil o, lo que es lo mismo, a los dos grandes o a partidos nacionalistas; los votantes eximidos de esa losa psicológica son libres, pero sus votos son débiles. Por un lado se impone el bipartidismo y se fomenta la polarización, siendo casi imposible que surja un partido de centro que pueda ejercer un factor moderador. Por otro, la única alternativa para pactar la ofrecen los nacionalistas.
¿Y cómo mejoramos el sistema? En mi opinión eliminando las dos desigualdades que presenta y eligiendo entre un sistema proporcional o un sistema mayoritario, terminando con este sistema mixto que es desastroso. Tendremos que unificar los 52 sistemas electorales en uno, cambiando el tamaño de la circunscripción.
Una posibilidad es la de hacerla más grande, creando circunscripciones autonómicas por lo que aumentaría la proporcionalidad y disminuiría la distorsión del sistema, además de acentuar el carácter federal del estado de las autonomías. Habría por lo tanto que darle nuevas funciones al senado y que funcionara como verdadera cámara territorial. La opción de la circunscripción única a nivel nacional la considero más problemática ya que sería más complicada la elección si el sistema establece listas abiertas y desbloqueadas como en el senado, lo que considero una necesidad, siendo la papeleta resultante una "sábana" de enormes dimensiones...
La otra posibilidad sería la contraria, hacerla más pequeña, creando circunscripciones de 100.000 a 150.000 habitantes, pudiendo formar esas circunscripciones varios municipios en el caso de los menos poblados, o distritos en las grandes ciudades. Estas circunscripciones serían representadas por un sólo diputado, el más votado, acentuando la representación de los electores y no de los partidos. En este caso cambiaríamos el sistema proporcional al mayoritario y eliminamos el senado.
En ambos casos la elección de los candidatos debe de ser más directa que la actual, con listas abiertas y desbloqueadas, dándonos plena libertad de elección a los ciudadanos. Así podremos hacer el trabajo que, a día de hoy, los partidos políticos están demostrando no ser capaces de hacer: eliminar de sus filas a los corruptos e indeseables. Elijamos una opción y cambiemos de una vez el injusto sistema electoral actual. No puede esperar más.
Agua
Hace 6 años
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